sábado, 7 de mayo de 2016

Ocho diferencias entre la gracia salvadora y la gracia común de Dios. Por Tomás Brooks.

1. Primero, la gracia salvadora cambia a la persona misma, concediéndole vida espiritual, una nueva naturaleza; entre tanto que la gracia común solamente obstruye el pecado, manteniéndole dentro de ciertos límites permitidos por Dios. La gracia común limita el pecado y controla sus efectos, pero no transforma interiormente las personas. La gracia salvadora de Dios transforma a la persona en su mente, sus emociones, su voluntad.  Todos los aspectos de su vida están siendo cambiados, limpiados y renovados.

2. Segundo, la gracia especial de Dios produce un interés profundo y personal en las realidades espirituales y eternas: en Dios, en Jesucristo, en las promesas de Dios, en su Reino, en el cielo. Los que son solo objeto de la gracia común de Dios pueden tener cierto conocimiento superficial de la biblia, pero su interés en tales cosas es solo temporal y en realidad no quieren conocer a Dios, no es su deseo principal. La biblia nos da muchos ejemplos de personas que fueron objeto de la gracia común, sin ser recipientes de la gracia salvadora de Dios. (Por ejemplo, Judas, Demas, los fariseos, el rey Saúl, etc)

3. Tercero, la gracia especial de Dios produce un placer verdadero en el servicio de Dios. Para los objetos de la gracia salvadora, los mandamientos de Dios no son gravosos, el yugo de Cristo es fácil y ligera su carga. Los recipientes de la gracia especial de Dios encuentran gozo en la oración, la lectura de la biblia, la comunión con otros creyentes y la adoración de Dios. El salmista habló de ésta clase de persona diciendo: “ En la ley de Jehová está su delicia.”  (Sal 1:2)  Para aquellos que son solo objeto de la gracia común, el servicio de Dios es pesado, aburrido, una carga en lugar de un placer. El profeta Malaquías dice, “Habéis dicho: Por demás es servir a Dios; ¿Qué aprovecha que guardemos su ley y que andemos tristes delante de Jehová?”  (Mal.3:14) Este es el pensamiento de aquellos que solo conocen la gracia común.

4. Cuarto, la gracia salvadora le hace a uno temer la perversidad de su propio corazón. Le hace examinar cuidadosamente su propio corazón y tener cautela de su forma de vivir. La gracia común le deja a uno satisfecho con un cristianismo superficial. Los creyentes que lo son de nombre solamente, se fijan más cuidadosamente en otros que en sí mismos; juzgan a otros antes que a sí mismos.

5. Quinto, la gracia salvadora le hace a uno amar y buscar la santidad, aún cuando sea difícil y peligroso. Los creyentes de nombre solamente, aquellos que no son realmente salvos, no perseveran cuando la vida cristiana se vuelve difícil. Jesús habló de semejantes personas en la parábola del sembrador. (Mat.13:20-21)  La semilla sembrada entre pedregales representa a la persona que oye la palabra y al momento la recibe con gozo, “pero no tiene raíz en sí, antes es temporal, pues al venir la aflicción o la persecución por la palabra, luego se ofende.”   El creyente verdadero, sigue a Cristo aún cuando sea difícil.

6. Sexto, los que gozan de la bendición de la gracia especial de Dios, quieren obedecer a Dios por motivos espirituales. Desean orar, quieren servir a Dios, quieren escucharle porque le aman y desean agradarle. Aquellos que solo son creyentes nominales, hacen algunas de estas cosas pero no porque amen a Dios, sino solo para ser vistos de los hombres. Quieren que otros piensen bien de ellos pero en realidad no quieren agradar a Dios.

7. Séptimo, la gracia salvadora, renovadora; conduce al deseo de abandonar, de dejar el pecado por completo y a obedecer todos los mandamientos de Dios. Los creyentes son hechos semejantes a Caleb de quien Dios dijo: “Por cuanto hubo en él otro espíritu, y cumplió de ir en pos de mí.”  (Num.14:24)   Los que solo aparentan ser creyentes sin serlo, siguen a Dios a medias, son de doble ánimo, solo obedecen cuando les es conveniente. Es necesario hacer una distinción entre lograr la perfección y desearla, entre el esfuerzo para obedecer y el cumplimiento.  El alma renovada puede decir: Aunque no he mortificado completamente ningún pecado, como debiera y como quisiera, sin embargo aborrezco todo pecado. Aunque no he obedecido perfectamente ni un solo mandamiento, como quisiera y como debiera, sin embargo amo cada mandamiento de Dios. Todos me son preciosos, y no hay uno solo que no deseo cumplir. Este era el sentir del apóstol Pablo en Romanos 7:15-22.

8. Octavo, principalmente y sobre todo, aquellos que son benditos con el amor y la gracia especial de Dios, estiman a Cristo como la más grande bendición. Cristo mismo es suficiente para satisfacer sus almas. Pueden gozar de Cristo sin poseer riquezas, sin placeres, sin la sonrisa de la prosperidad; de todos modos están contentos con Cristo. Cristo es el todo, el Sumo Bien para los que conocen la gracia salvadora. Si estamos enfermos, Él es el médico; si tenemos sed, Él es el manantial; si el pecado nos inquieta, Él es nuestra justicia; si necesitamos ayuda, Él es poderoso para salvar; si tememos la muerte, Él es la vida; si estamos en tinieblas, Él es la luz; si somos débiles, Él es nuestra fortaleza; si somos pobres, Él es la plenitud; si deseamos el cielo, Él es el único camino. En contraste con los que solo tienen la apariencia de creyentes, quienes estiman más las recompensas, los beneficios y la alabanza que reciben profesando el cristianismo (pero que en realidad no estiman a Cristo por encima de todas las cosas), los que poseen a Cristo no carecen de nada. Así dijo Pablo, “como no teniendo nada, más poseyéndolo todo.”  (1Cor.6:10)   Entonces, quienes no poseen a Cristo, no tienen nada.

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