miércoles, 11 de mayo de 2016

Las evidencias bíblicas de la resurrección de Cristo

La resurrección de Jesús es una de las doctrinas más fundamentales del cristianismo. Tanto así, que como bien dice el apóstol Pablo, si Cristo no a resucitado de los muertos, vana es entonces nuestra predicación y nuestra fe.
Pero, ¿existe evidencia de que él haya verdaderamente resucitado?. A continuación expongo los clásicos y firmes argumentos a favor de una de las enseñanzas más elementales del cristianismo.

1. Su muerte: Hay quienes, negando la resurrección de Cristo, dicen que lo que sufrió Jesús en la cruz fue simplemente un desmayo o desvanecimiento, y que mas tarde, en la tumba, habría vuelto en si. De esta manera Jesús mismo (otros dicen que con la ayuda de sus discípulos) fué el que removió la piedra para aparecer más tarde en persona y engañar así, tanto a sus discípulos como a la demás multitud para que creyesen que él efectivamente había vuelto de entre los muertos.
Ahora bien, la teoría del desvanecimiento  es sencillamente imposible. La biblia describe los sufrimientos de Cristo y su agonía en la cruz de tal forma, que es impensable que haya podido soportar todos esos sufrimientos y aun así, continuar con vida después de ello. Y con tal vitalidad para remover con sus propias fuerzas la piedra,  Hank Hanegraaff,  describe los sufrimientos de Cristo de la siguente manera:

"Su tormento comenzó en el Huerto de Getsemaní después de la emotiva última cena. Allí Jesús experimentó una condición médica conocida como hematidrosis. Unos diminutos capilares en sus glándulas soporíferas se reventaron, y el sudor se mezcló con sangre. Como resultado, su piel quedó sumamente frágil. Esa misma noche, Judas lo traicionó, Pedro lo negó y la guardia del templo lo arrestó. Estando ante el sumo sacerdote Caifás, se mofaron de Él, lo golpearon y lo escupieron. A la mañana siguiente lo llevaron al pretorio azotado, magullado y sangrando. Allí lo desnudaron y sometieron a la brutalidad de la flagelación romana. Un látigo lleno de huesos afilados y puntas de plomo redujo su cuerpo a jirones temblorosos de carne sangrante. Cuando se desplomaba en el charco de su propia sangre, los soldados le lanzaron unas vestiduras escarlatas sobre los hombros, le pusieron un cetro en las manos, y le colocaron a presión una corona de espinas en la cabeza. Ya Jesús estaba en condición crítica. Colocaron entonces una pesada viga de madera sobre su cuerpo sangrante, y la cargó hasta un lugar llamado Gólgota. Allí experimentó la más espantosa tortura en forma de cruz. Habían refinado el sistema romano de crucifixión para que produjera el máximo de dolor. La palabra atroz se debió inventar para denotar por completo su horror. En el «lugar de la Calavera», los soldados romanos atravesaron las manos y los pies de Cristo con gruesos clavos de hierro de quince centímetros. Oleadas de dolor recorrieron su cuerpo cuando los clavos laceraron sus nervios. Respirar se convirtió en un esfuerzo agonizante al tener que echar hacia arriba el cuerpo para agarrar pequeñas bocanadas de aire. En las horas siguientes experimentó ciclos de tirones en las articulaciones, calambres, asfixia intermitente y dolores insoportables mientras su espalda se movía de arriba a abajo contra la áspera madera de la cruz. Cuando el frío de la muerte subió por su cuerpo, gritó: ((EH, EH, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?)) (Mateo 27.46). En ese grito de angustia se condensaba la mayor de las agonías, porque en la cruz Cristo estaba soportando el pecado y el sufrimiento de toda la humanidad. Luego, al haber terminado su pasión, entregó su espíritu. Poco después un legionario romano le clavó una lanza por el quinto espacio intercostal hacia arriba a través del pericardio, y le atravesó el corazón. De la herida brotó un raudal de sangre y agua, lo que demostró de manera concluyente que el tormento había sido mortal."

Por lo tanto, es indudable que el cuerpo de Cristo, al ser bajado de la cruz, estaba efectivamente muerto.

2. La piedra removida: La escritura dice que, por instigación de los líderes judíos, Poncio Pilato mando una guardia de soldados que custodiasen la tumba de Jesús hasta el tercer día, "no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos."(Mat. 27:64), y aparte de eso, sellaron la tumba con una pesada piedra. William Hendriksen dice al respecto: "En la presencia de estos soldados que han recibido la orden de vigilar este sepulcro para que nadie lo moleste, se fija una cuerda cubierta con greda o cera a la piedra y sobre la cera se imprime el sello oficial. Seguramente ahora nadie se atrevería a romper el sello o a mover esta piedra. Vemos la piedra excesivamente pesada, el sello, la guardia" y Charles Ryrie comenta: "Esto se llevó a cabo, probablemente, conectando la piedra con el sepulcro mediante una cuerda y la cera en la que se marcaría el sello, de modo que cualquier manipulación pudiese ser detectada fácilmente". De modo que si los discípulos hubiesen querido mover la piedra tendrían que haber tenido la capacidad militar para vencer la guardia romana, el valor para romper el sello y más aún, la fuerza suficiente para mover la grande y pesada de piedra. Pero, lejos de eso, la Biblia nos dice que los discípulos de Cristo estaban destrozados. En aquella oscura y fría noche de pascua, uno le había entregado, otro le había negado y los demás "dejándole, huyeron" (Mat. 26:56). Ellos estaban poseídos por el miedo y la frustración. No esperaban un final así, después de todo, ellos creían que él era el que había de redimir a Israel (Luc. 24:21). Pero junto con la muerte de Jesús, murieron también sus ilusiones y esperanzas, de tal manera que es impensable que hubiesen intentado robar su cuerpo para después decirle a todo el mundo que Cristo había resucitado verdaderamente.
Pero, si no fueron los discípulos, ¿entonces quien movió la piedra?. La biblia dice que "un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella.
Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos" (Mat. 28:2-4).
Se dice que Frank Morrison, un abogado escéptico, intelectual y brillante, se propuso escribir un libro para desmentir la historia de la resurrección, pues para él no era más que un mito. Años más tarde, salió de su pluma un libro muy diferente llamado ¿Quién movió la piedra? Y en el primer capítulo que el escribe y titula "El libro que no se quizo escribir" dice: “Después de haber analizado las evidencias de una manera objetiva y lógica , yo encuentro una sola conclusión razonable: “Jesucristo resucitó de entre los muertos tal como lo dice la Biblia".

3. La ausencia de su cadáver: Pero hay quienes, a pesar de todo lo anterior, siguen sosteniendo que los discípulos vinieron de noche y robaron su cuerpo (Mat. 28:13). Ahora bien, si efectivamente fuera así, entonces dónde pusieron su cadáver. Se espera que los judíos y romanos, al encontrar la tumba vacía y a los discípulos más tarde proclamando valerosamente la resurrección del Señor, no solamente trataron de apagar esa proclama con la persecución, sino también intentaron hallar su cuerpo para poder mostrarlo públicamente, y convencer así a las personas de que Jesús, había muerto y permanecía muerto. Pero su cadáver sencillamente no fue hallado. Porque, como bien lo testifica la Escritura: "Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella" (Hch. 2:22-24).

4. La transformación de los discípulos: Otro de los problemas que deben enfrentar aquellos que dicen que los discípulos robaron el cuerpo de Jesús para hacerle creer el mundo que en realidad había resucitado como dijo, es la transformación de los discípulos de temerosos y escondidos hombres a valerosos y fieros predicadores de la resurrección. Uno puede, como bien dice Josh McDowell, enseñar y sostener algo que sabe que es una mentira, pero estar dispuesto a sufrir y morir por una mentira, eso es imposible. Y eso es precisamente lo que vemos en los discípulos de Cristo.
Ellos estaban asustados, todos sus sueños habían sido aplastados y sepultados. No había ni un ápice de vigor espiritual en ellos para siquiera pensar en construir una mentira de esa magnitud. Pero algo pasó. Algo que no se puede explicar humanamente. Aquellos mismos que habían abandonado a Jesús aquella noche, eran los mismos que más tarde, en el templo, anunciaban sin temor ni dudas que Cristo había resucitado. Y cuando se vieron enfrentados a las autoridades judías, a los mismos que habían crucificado al Señor, no mostraron ni una pequeña gota de cobardía. Antes bien, estaban dispuestos a ser azotados, perseguidos, encarcelados y muertos por la causa de Cristo. La pregunta que retumba en el silencio de los opositores es ¿que produjo este cambio en ellos? ¿Será que sacaron fuerzas de debilidad e inventaron una mentira por la que mas tarde darían la vida? ¿O será que, habiendo visto verdaderamente al Señor resucitado, fueron alentados, fortalecidos, renovados y revestidos de tal  autoridad que, no temiendo nada ni a nadie, estuvieron dispuestos a morir por aquello que sabían era una verdad irrefutable? Los creyentes creemos que esto último es la verdad.

5. Las apariciones de Jesús: Además de los discípulos, la Biblia dice que Jesús se apareció a más gente también. Pablo dice que, después de la resurrección "apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí" (1 Cor. 15:5-8).
Es importante eso que dice Pablo "Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún" es decir, que en el tiempo en el que Pablo escribe su carta, se podían encontrar testigos de la resurrección de Jesús. Si eso hubiese sido mentira, jamás Pablo hubiese dicho que habrían testigos vivos de la resurrección, por que los opositores bien podrían buscar a esos testigos y preguntarles. Y si era un invento de los apóstoles, esas personas les hubiesen delatado y dejado al descubierto. Además, Pablo dice que apareció a más de 500 hermanos a la vez. Eso refuta también ese otro argumento que apela a la sicologia y que dice que las apariciones de Jesús no fueron más que proyecciones de las mentes de los discípulos, quien deseaban tanto ver a Jesús resucitado, que ese deseo de alguna manera se materializó y ellos creyeron ver como una realidad, algo que no era otro cosas más que las proyecciones de su propia mente.
El hecho de que Jesús hubiera aparecido a más de 500 hermanos al mismo tiempo nos lleva a preguntarnos, ¿tuvieron todos estos creyentes exactamente la misma proyección, en el mismo lugar, y en el mismo momento? ¿Puede ocurrir en realidad algo así? La misma sicologia está en contra de un fenómeno como ese. Por lo tanto, creemos que como bien escribe Lucas acerca de Cristo, "después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios." (Hch. 1:3).

Nuestra creencia en la resurrección no es una salto ciego en la oscuridad. La fe cristiana está firmemente arraigada en hechos históricos. La evidencias de la  resurrección de Cristo no yacen ocultas bajo la bruma del misterio, antes bien son lógicas y claras. Están ahí para que todo aquel que en él cree no se pierda, más tenga vida eterna.

En cuanto al tema de la resurrección, recomiendo los libros:
"Evidencia que exige un veredicto" de Josh McDowell
"Al tercer día" de Hank Hanegraaff y
"¿Quién movió la piedra? De Frank Morrison.

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